sábado, 8 de agosto de 2009

María de Magdala


El viento borra las huellas de la noche

las huellas de las palabras concebidas en la noche

De mí solo quedarán las lágrimas

los cabellos enredados en pies de alabastro

trozos de piel con el aroma de sus manos

Yo leí en sus manos la memoria de los mares y del viento

bebí de su sangre lo oscuro desconocido

lo que no se lava con llantos ni aceites

En una gota de su sangre

bebí el dolor del mundo.


El cielo ha quedado vacío

y su infinito amor resuena en las hojas muertas

que el silencio arremolina en mi boca

Yo acuno una luna de agua

y busco el misterio de mi soledad

- no hablo de su ausencia, sino

de mi eterna deriva en la niebla-

remonto noches húmedas, insomnes

hacia mi primitivo hogar

cuando las criaturas danzaban dentro de mí

y yo era una con ellas

era una conmigo y era todas ellas.


Él se fue.

Para mí quedan sus palabras en la arena.