María de Magdala
El viento borra las huellas de la noche
las huellas de las palabras concebidas en la noche
De mí solo quedarán las lágrimas
los cabellos enredados en pies de alabastro
trozos de piel con el aroma de sus manos
Yo leí en sus manos la memoria de los mares y del viento
bebí de su sangre lo oscuro desconocido
lo que no se lava con llantos ni aceites
En una gota de su sangre
bebí el dolor del mundo.
El cielo ha quedado vacío
y su infinito amor resuena en las hojas muertas
que el silencio arremolina en mi boca
Yo acuno una luna de agua
y busco el misterio de mi soledad
- no hablo de su ausencia, sino
de mi eterna deriva en la niebla-
remonto noches húmedas, insomnes
hacia mi primitivo hogar
cuando las criaturas danzaban dentro de mí
y yo era una con ellas
era una conmigo y era todas ellas.
Él se fue.
Para mí quedan sus palabras en la arena.